En San Francisco prohíben el cigarro eléctrico

La ciudad de San Francisco (EE UU)  ha prohibido la venta de cigarrillos electrónicos «hasta que se pruebe su seguridad» por la agencia del medicamento del país (FDA). El anuncio lo hicieron la semana pasada el abogado general de la ciudad, Dennis Herrera, y el supervisor Shamann Walton. «Los cigarrillos electrónicos han neutralizado el duro combate que hemos llevado a cabo para reducir el tabaco entre los jóvenes», dijo Herrera el pasado 19 de marzo. «Hoy estamos tomando una decisión para proteger a nuestros niños», añadió. Se refiere Herrera a la alarma que ha expresado el Centro de Control de Enfermedades de EE UU (CDC) por el aumento del vapeo entre los adolescentes, que ha pasado de menos del 2% de los estudiantes de instituto en 2011 a un 16% en 2015.

tras ciudades, como Nueva York y Chicago se han quedado un paso más cortas, y han anunciado que harán lo mismo si la agencia estadounidense no da una respuesta. «Según la ley, la FDA debe evaluar el impacto en la salud pública de cada nuevo producto del tabaco antes de que llegue al mercado», dijo Herrera. «Inexplicablemente, la FDA ha incumplido su labor en lo que se refiere a los cigarrillos electrónicos. Estos productos no deberán estar en nuestros mostradores hasta que la FDA revise el riesgo que suponen para la salud pública», añadió.

Y en este aspecto el debate vuelve al punto de fricción: que estos dispositivos, tanto los que calientan líquidos, los vaporizan o calientan tabaco producen menos residuos, pero no son inocuos. En septiembre de 2018, Scott Gottlieb, director de la FDA, lo dejó claro:  «Los cigarrillos electrónicos pueden suponer una oportunidad importante para que los adultos fumadores se pasen de los productos de combustión de tabaco [pitillos, cigarros, pipas] a otros de administración de nicotina que pueden no tener el mismo nivel de riesgo». «pero seamos claros: la nicotina no es una sustancia benigna», añadió. «Y esto es especialmente cierto cuando se refiere a su impacto en el cerebro en desarrollo de los niños», siguió. «Debemos asegurarnos de que evaluamos adecuadamente el impacto neto en la salud pública de productos como los cigarrillos electrónicos antes de que obtengan un permiso de comercialización de la FDA».

El debate encierra otro problema: si los cigarrillos electrónicos tienen alguna posibilidad de ser aprobados es porque el mal mayor, los pitillos convencionales, son legales. Todos en el sector admiten que si esto no fuera así y un emprendedor acudiera a las autoridades para pedir autorización para comercializar un producto que no reporta ningún beneficio para la salud y sí supone un riesgo enorme, sería rechazado de plano. Pero la historia colocó al tabaco entre los productos de consumo antes de que existieran regulaciones al respecto.

Este argumento es el que han esgrimido críticos a la medida. Michael Siegel, de la Universidad de Boston, se pregunta en un artículo en el San Francisco Examiner si tiene sentido prohibir la venta de vapeadores y otros dispositivos mientras se mantiene la de tabaco. La misma pregunta ha planteado Juul, la empresa líder del sector con el 70% del mercado estadounidense (participada en un 35% por Philip Morris), que defiende su producto como un método para dejar de fumar destinado «solo a adultos», como ha insistido esta mañana en Madrid Adam Bowen, cofundador de la compañía, durante la presentación previa al lanzamiento de sus productos en España, previsto para abril.

Juul es actualmente la bestia negra de quienes combaten el tabaquismo. Su llegada en 2015 al mercado de EE UU coincidió con el enorme aumento de adolescentes que usan estos dispositivos, cuyos creadores han cuidado al máximo el diseño. Bowen ha dicho que están de acuerdo con la idea de evitar que los menores de edad adquieran el producto, pero no con que se prive a los adultos de la oportunidad de usarlos para dejar el tabaco. Un estudio de la revista New England Journal of Medicine afirma que la tasa de abandono de los cigarrillos es del doble entre quienes utilizan estos dispensadores de nicotina que entre los que emplean otras formas como parches o chicles.

Pero la FDA todavía no ha concluido su estudio. Y los expertos españoles en tabaquismo afirman que se trata de una vía de entrada a la adicción a la nicotina, y que se puede dejar por otros medios. Los datos de España muestran que un tercio de los adultos fuma, otro tercio no lo ha hecho nunca y un tercer grupo lo ha dejado, la mayoría de ellos (el 85%) a base de fuerza de voluntad y con dificultades (más de tres intentos en la mayoría), como constata una encuesta de la consultora Ipsos que se ha presentado hoy.

Con información de El País

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