Si no aguantan la crítica periodística no se inmiscuya en la política

  •  Entre “los que mandan en la cosa pública”, el “periodismo” les debería de ser la pauta para mejorar, no para enojarse.
  •  Los intolerantes a la prensa, no deben estar en los gobiernos democráticos, ni deben dirigir partidos políticos, ni ocupar cargos públicos, porque cuando detentan realmente el poder, son déspotas, arbitrarios, autoritarios y nepotistas.
  •  A los “poderosos” no les gusta que los tienten ni con el pétalo de una rosa.

Este comentario editorial ya lo habíamos publicado anteriormente, dos o tres veces, pero hoy se me viene nuevamente al tintero, porque en este inicio del periodo electoral hacia las elecciones de este año, hay gobernantes, funcionarios públicos y políticos de partidos que no les gusta que los critiquen periodísticamente, más ahora que las redes sociales disponen de una mayor Libertad de Expresión asociada a la Libertad de Prensa, a través de páginas web, en donde sin ningún límite ni censura, más que aquella de las propias normativas propietarias de las plataformas, que no permiten las expresiones con apologías al delito, la violencia y discriminación, de ahí en fuera podemos exponer libremente lo que pensamos en los diferentes “géneros periodísticos”.

En este sentido entre “los que mandan en la cosa pública”, el “periodismo” debería de ser la pauta para mejorar, no para enojarse, darse cuenta de lo que hacen mal a través de los señalamientos, a favor o en contra, ya que la manera de ser y de actuar de un individuo está en relación con su modo de pensar; cuando el comportamiento de la persona no pasa del ámbito privado, no interesa como objetivo de crítica periodística, pero cuando sus acciones u omisiones tienen lugar en el seno de la comunidad, o repercuten de una u otra manera en la interrelación de la vidas social, transitan al ámbito del interés público.

Esto lo decimos nuevamente, porque hay quienes creen que no pueden ser sujetos a la crítica periodística, por sentirse “poderosos”, porque detentan un cargo público, son líderes de algún partido, funcionarios de instituciones gubernamentales o simplemente son “políticos” que se inmiscuyen en asuntos públicos, acostumbrados a criticar con la moda y la facilidad que otorgan las redes sociales y el internet, pero que ellos tienen la piel muy sensible siendo muy intolerantes a los señalamientos de la prensa.

Al ser conocidas las obras buenas o malas de un miembro de la comunidad, producen el reconocimiento o el rechazo, el aplauso o la reprobación de sus conciudadanos, según el caso, que, lo digan o lo callen, le forman un criterio sobre el autor de determinada obra u acción.

Si es un artista o deportista se le admira y se aplaude; si es un artesano, trabajador intelectual o manual cumplido, o profesionista eficiente, etcétera, también se le reconoce su habilidad y calidad; si se trata de un ciudadano con virtudes cívicas y morales notables, la comunidad le expresa igualmente su correspondencia con la admiración y el respeto de alguna manera, aun después de muertos; cuando se trata de algún gobernante o cualesquier otro funcionario, con facultades decisorias del nivel de gobierno que sea, los señalamientos y controversias a favor o en contra no se hacen esperar.

La justipreciación de la vida, acciones y obras de quien se trate, queda al criterio de los individuos que lo juzgan según su cultura, su información, su estatus social, su gusto o su interés; esto es a lo que se le llama la crítica que puede resultar favorable o desfavorable, certera, valiosa, equivocada o insignificante, digna de crédito o no, es inherente a toda manifestación cultural en todos los ámbitos.

También existe la auto-crítica, que es un excelente ejercicio para la corrección de nuestros defectos personales que todos tenemos, aunque son parte de nuestra personalidad o manera de ser, son controlables, pero reconociéndolos con honestidad, no buscando auto justificarlos, y esta es la que no realizan los “poderosos”, que no les gusta que los tienten ni con el pétalo de una rosa. La crítica es un importante instrumento en el quehacer de grupos, organismos políticos y sociales para orientar su rumbo y alcanzar sus fines.

Meditamos todo esto, cumpliendo con nuestra aportación de la columna “Comentarios de la Bahía”, que seguiremos escribiendo, aún a pesar y en contra de quienes no le dan la importancia debida a la crítica periodística, de los “influyentes”, de todos los niveles, que nos ven “chiquitos y orejones”; de quienes piensan que no se les debe criticar aunque se dedican a la política o a la función pública; a los que esperan de la prensa sólo aplausos y loas, que no ven que la sociedad es plural y por tanto existen diferentes formas de pensar y de creer, pero además, hacemos uso de nuestro pleno derecho fundamental a la Libertad de Expresión y Libertad de Prensa, estén de acuerdo o no.

Estos intolerantes a la prensa, no deben estar en los gobiernos democráticos, ni deben dirigir partidos políticos, ni ocupar cargos públicos, porque cuando detentan realmente el poder, son déspotas, arbitrarios, autoritarios y nepotistas, porque no conciben la democracia como una práctica cotidiana en todas las acciones y relaciones de la vida social; su manera de pensar es la de los tiranos, de carácter autoritario, intolerantes, imperativos, caprichosos y machistas; creen que ellos únicamente pueden criticar, controlar y administrar el poder político; si se piensa diferente ellos te consideran enemigo.

También esto vale para mujeres con “don de mando”, presidentas, regidoras, diputadas, presidentas de partido, senadoras, directoras y coordinadoras, funcionarias que son igual o peor de dañeras que los hombres, pero que, por su condición de mujeres, supuestamente hay que tolerar sus malas acciones y no decirles nada, aunque en los hechos, comentan igualmente irregularidades en la función pública, esto es, que al igual que los políticos “machistas” son lo contario pero en género, son “hembristas”, les recuerdo que ya estamos en la “equidad de género e igualdad”.

Y lo mismo vale para quienes dedicados a sus actividades privadas, de alguna manera afectan al interés público, como los evasores de impuestos, los explotadores de la clase trabajadora, encarecedores de bienes y servicios que no cumplen las leyes reglamentarias en cada caso, banqueros, agiotistas, proveedores del gobierno, desarrolladores turísticos y habitacionales deshonestos, pillos, que engañan a los consumidores con productos de mala calidad pero que cobran como buenos.

Porque hay muchos corruptos en el sector privado de la sociedad, tapados, –según suponen ellos- porque no están bajo la lupa ciudadana con el mismo interés que los hombres públicos o políticos, estos también son objeto de la crítica periodística, aunque no lo crean y no lo quieran.

La crítica siempre ha existido (no sólo a través de la prensa, sino de otras manifestaciones culturales, como el teatro, el cine, la oratoria política y religiosa, la literatura en general, y sus autores han padecido la represión de quienes sienten afectados sus intereses, por lo general gente influyente de dentro y fuera del gobierno o las instituciones.

En México hemos tenido etapas negras de verdadera persecución y de peligro para los hombres de la pluma y los medios combativos, que a base de tenacidad y valentía han logrado posicionarse como factor político de notable influencia en las decisiones del poder. En la actualidad se ha incrementado la presencia de los “periodistas” en la opinión pública, gracias a los efectos de las redes sociales y el internet.

Hoy, el signo de los tiempos en la función pública y en la política, es precisamente el de la democracia y la pluralidad; si no se tolera la crítica y se practica la autocrítica, se está en contra del avance sociológico, es un retroceso hacia etapas que mucho sacrificio ha costado al pueblo de México superarlas.

Nuestro trabajo periodístico como toda obra humana, también es motivo y objeto de la crítica que nos puede ser favorable o desfavorable, pero que la hemos venido haciendo con la mejor intención y la entera convicción de estar al servicio de los intereses sociales por encima de los individuales, desde hace más de 30 años. Pero seguiremos, hasta que la muerte nos separe, de este ingrato cuanto incomprendido, vilipendiado, pero vivificante y digno oficio periodístico, que realizamos por puro gusto y afición, por herencia desde nuestro abuelo Teodoro Araiza Barrón y mi padre José Augusto Araiza Núñez, periodistas de viejo cuño a quienes admiré tanto y en su gloria estén.

Finalmente el que se enoja pierde, a nosotros no nos inmuta que nos digan “borrachos”, “prostitutos”, “rateros” y “chayoteros”, ya estamos acostumbrados; pero quienes detentan cargos públicos, en el gobierno o instituciones, políticos de partido o que son “prominentes empresarios privados”, si no aguantan la vara de la crítica periodística, mejor renuncien unos, y otros, ya no se inmiscuyan ni opinen públicamente de los asuntos del gobierno y la política, si no les gusta: váyanse a su casa a descansar, porque si no, les seguiremos criticando sus acciones, buenas o malas, les guste o no. Punto. Va

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