- Cuestionemos como Sócrates, soñemos como Platón y tengamos los pies sobre la tierra, como nos enseñó Aristóteles
- En lo particular comienzo este 2020 arrepintiéndome de mis pecados, esperando ser una mejor persona, conmigo mismo y para con los demás
Muchas veces hemos pensado que la realidad que vivimos, no nos ofrece todo como lo hubiéramos deseado, en ocasiones nos lamentamos al grado de la frustración, preguntándonos el por qué no tenemos una existencia perfecta, con el máximo de felicidad, en donde no nos falte nada, por lo menos para vivir con decoro.
Cada inicio de año nos imponemos propósitos, en donde tal vez exhibimos lo más profundo de nuestros egoísmos, anhelando más y más los bienes materiales, lo superfluo; no nos aceptarnos tal como somos, al autodesignarnos estereotipos de conducta que jamás cumpliremos, haré esto, lo otro, ya no seré así, compraré esto, trabajaré en esto, ya me voy a portar bien, etcétera.
La conducta humana, está llena de maldad y de bondad, la brecha que hay entre ambas, son el punto de partida de la ética, por lo que estos días en que recién pasó la Navidad, en donde celebramos un año más del nacimiento de Jesús de Nazaret el Cristo, nos brindan la oportunidad y el motivo para el acercamiento entre los seres humanos, la oportunidad para la reconciliación cuando hay distanciamiento, estrechar lazos de amistad y de amor familiar, entre los hijos, la pareja, los presentes y ausentes.
Derrotar nuestros miedos, frustraciones, aceptarnos tal como somos y lo que hemos hecho, arrepentirnos de nuestros pecados, no desde el punto de vista religioso, ya que el significado del latín “peccatum” implica la violación de normas morales o religiosas, es también la transgresión voluntaria y con conocimiento de un precepto, igualmente significa “errar” y puede tener distintos grados, cualquier cosa que haces y va contra ti, por lo que todo lo que sientas, creas o digas que vaya contra ti es un pecado; simplemente pecado, es hacer lo incorrecto, repito apartando el concepto de la acepción religiosa.
Vamos contra nosotros mismos cuando nos culpamos de todo, asumiendo actitudes derrotistas. No pecar es hacer exactamente lo contrario. Por lo que debemos ser “impecables”, o sea “sin pecado”, que es no ir contra nosotros mismos. De ahí la convocatoria de uno de los grandes de la historia universal Jesús el Cristo, que llamaba a la humanidad a arrepentirse de sus pecados, a ser “impecables”, a promover el amor al prójimo y amar a Dios sobre todas las cosas, respetándonos los unos a los otros, hacer el bien para con nosotros mismos y para con los demás.
Jesús el Cristo decía “amarnos los unos a los otros”, que no es más que la ayuda mutua, el respeto a la dignidad de la persona humana, filosofía que quedó para siempre en la columna vertebral de la doctrina cristiana en el decálogo, los “Diez Mandamientos”, que son un código de conducta, que se puede practicar se crea o no en un Dios, para lograr el más preciado bien de los bienes, la felicidad y el bien común, que es de concepción Aristotélica.
Entonces pues, cuando eres impecable, “impecatus” o sea “sin pecado”, asumes la responsabilidad de tus actos, pero sin juzgarte ni culparte, pero tampoco culpar a los demás. Demos vencer nuestros egoísmos, nuestros miedos, enfocarnos en lo positivo, en nuestras fortalezas y oportunidades. Desde este punto de vista, todo el concepto de pecado deja de ser algo moral o religioso para convertirse en una cuestión de puro sentido común, de moralidad, de ética, de principios.
El pecado empieza con el rechazo de uno mismo. Por eso arrepentirse de los pecados, que no es más que dejar lo que hacemos mal en nuestra conducta, pidiendo perdón a quienes hemos dañado, arrepintiéndonos y reconstruyendo lo bueno, es y debería ser el punto de partida en este inicio de año, valorando en su justa dimensión nuestro paso por la existencia terrenal, brindando y reconociendo el merecido lugar a quienes en el transcurso del devenir nos han ayudado, amado y cuidado.
Desearnos Feliz y Próspero Año Nuevo, es un acto tradicional y simbólico, en donde lo más importante es la salud y no los bienes materiales, por lo que todos debemos hacer una reflexión íntima personal sobre lo que hemos hecho de nuestra vida y de los que nos rodean, hasta nuestro comportamiento en la vida familiar y social.
Según la cultura tolteca, la vida es la fuerza de lo absoluto, lo supremo, la creadora de todas las cosas, todo lo que existe es una manifestación del ser viviente al que llamamos Dios; para los toltecas, todas las cosas son Dios, y llegaron a la conclusión de que la percepción humana es sólo luz que percibe luz, que la materia es un espejo -todo es un espejo que refleja luz y crea imágenes de esa luz-, y el mundo de la ilusión, el sueño, es tan sólo como un humo que nos impide ver lo que realmente somos. “Lo que realmente somos es puro amor, pura luz”. En esto coincidieron con la filosofía de Jesús el Cristo.
Desde niños aprendimos cómo comportarnos en sociedad, en qué creer y qué no creer, qué es aceptable y qué no lo es; qué es bueno y qué es malo; qué es bello y qué es feo; qué es correcto y qué es incorrecto, aprendimos todos los conceptos y todas las reglas, pero muchas veces caemos en la apariencia, en que como sabemos las reglas, pecamos en no aceptarnos como somos, cayendo en el pecado, entonces vivimos un sueño, una ilusión que no es nuestra realidad y que es la que nos hace cometer errores, que después nos arrepentimos y queremos recomponer.
Cuando caemos en esa actitud egoísta de “soñadores” de vivir en una cortina de humo que no es la realidad, decían los “naguales” toltecas, que nuestra mente se convertía en una bruma que llamaron “mitote”, de aquí la palabra “mitotero”, que no es más que divulgar y creer en ilusiones, fantasías, fuera de la realidad, “mitotes”. Por eso cuando estamos inmersos en ese gran “mitote” que decían los toltecas, es imposible apreciar lo que realmente somos, ni valoramos a los demás.
Según la Filosofía antigua, existen tres opciones para sobrellevar la vida de manera correcta, la primer aes asumir la derrota y pensar en que nada de lo que deseamos puede convertirse en realidad, que no vale la pena luchar, dejar nuestros deseos insatisfechos, dejarnos envenenar y convertirnos en todo lo contrario a lo que pretendemos ser.
La segunda es hacer todo lo necesario para lograr nuestros deseos, desechando las leyes y las normas, pero esto seguramente terminará en tragedia, sería una vida corta llena de placer, pero una larga vida tras las rejas o la misma muerte.
La tercera, es atreverse a una especial forma de rebeldía, aquella que cuestiona y cree en la posibilidad de lograr metas, aquella actitud dispuesta a debatir y enfrentar a sus rivales, a sus miedos, a sus egoísmos, sabiendo que puedes ser derrotado, por lo que tendría que cambiar su forma de pensar y de vivir.
Esta última actitud, es la que marcaron los filósofos de la antigüedad clásica: cuestionemos como Sócrates, soñemos como Platón y tengamos los pies sobre la tierra, resolviendo problemas con el raciocinio, con lógica como nos enseñó Aristóteles. Esta es la ruta que siguieron los valientes, los grandes de la historia universal, aquellos que están dispuestos a enfrentar la vida y transformarla, en aras de la felicidad y del bien común.
Deseo expresar mis más sinceros buenos parabienes a todos mis lectores, a mis compañeros de trabajo, a mis amigos y familiares, que son muchos, deseándoles que este Año Nuevo esté lleno de esperanza, paz y tranquilidad, salud, amor, de logro de metas, que la tolerancia, la fortaleza y respeto por la familia sean lo principal en la vida, como célula principal de la sociedad, y que este Año Nuevo 2019, sea motivo de realización de anhelados ideales, tanto personales como de la sociedad en general.
En lo particular comienzo este 2020 arrepintiéndome de mis pecados, esperando ser una mejor persona, conmigo mismo y para con los demás. ¡Feliz Año Nuevo 2020! a todos.
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