Día Internacional del Trabajo

 

• El trabajo es la lucha de clases de la que Karl Marx, dijo «es el motor de la historia», que debe ser remunerado de tal forma que le baste para vivir con dignidad humana a quien lo realiza

• En este Día Internacional del Trabajo, mi reconocimiento a la clase trabajadora, pero principalmente a mis compañeros docentes de la UAN y el COBAEN

Sobre el trabajo hay mucha tela de donde cortar; esto es, mucho de qué hablar y escribir, desde la cátedra en materia de economía política, sociología, historia, antropología, derecho etcétera, hasta en los mítines políticos y arengas populares de líderes sindicales; unos a favor del hombre y la familia, de la sociedad, por el reparto equitativo y justo de la riqueza que el trabajo social produce; y los otros, en favor de la apropiación particular del producto, de ese trabajo de todos, de la sociedad en su conjunto, que es la esencia del capitalismo.

El trabajo es la actividad consciente y racional del hombre con el fin de producir bienes y servicios para satisfacer necesidades humanas, lo que indica que ni los animales ni las máquinas trabajan, porque no son conscientes ni racionales; sólo el hombre trabaja; se vale de aquellos domesticándolos para su servicio y por su inventiva nace la máquina, pero para liberarlo del trabajo físico pesado y viva mejor, restándole tiempo para las actividades del intelecto, la filosofía y las artes, por ejemplo; no para esclavizarlo ni desplazarlo.

El trabajo es condición del hombre, por eso debe estar revestido de dignidad, tanto para el que lo presta como para quien lo recibe, y debe pagar por ello el equivalente justo en dinero y prestaciones.

Por ejemplo, una parte en monetario y otra en comida suficiente y nutritiva, atención médica y medicinas, apoyos diversos, vivienda, educación, vestido etcétera, que es precisamente lo que negocian los sindicatos para sus agremiados con los empleadores (término éste que debe usarse en lugar del de PATRONES, QUE ES DE ABOLENGO FEUDAL) públicos o privados, cada que sea necesario, mediante los llamados contratos colectivos de trabajo.

Y esta ha sido la lucha desde que el hombre se convirtió en esclavo del mismo hombre, por medio de la dominación de unos sobre otros; por eso surgieron las guerras y los ejércitos, desde tiempos antiguos, para someter a pueblos enteros y pagaran tributo al vencedor; esto es, trabajando para otros.

Desde los tiempos más remotos del esclavismo, los hombres están en lucha permanente: unos por sacudirse el yugo, otros por mantener sus privilegios, esta ha sido la causa de guerras, revoluciones armadas, y otros estallamientos sociales.

El trabajo es la a lucha de clases de la que Don Karl Marx, dijo «es el motor de la historia»; es la lucha de diario, continua, permanente, de que el trabajo sea remunerado de tal forma que le baste para vivir con dignidad humana a quien lo realiza.

La humanidad existe y se desarrolla en virtud del trabajo, si este no existiera la humanidad no fuera posible, es uno de los factores de la producción, sin el no hay producción aunque sobren los recursos naturales y el dinero, y, sin producción no hay vida humana; el hombre se ha venido «humanizando» en el proceso del trabajo, su cerebro se fue desarrollando en relación con su habilidad manual y laboral.

Ahora los tiempo han cambiado, desde la revolución industrial, las agrarias y burguesas, por cambiar las estructuras feudales semiesclavistas radicalmente; desde el ahorcamiento de los Mártires de Chicago y las huelgas de Cananea y Río Blanco en México, reprimidas a sangre y fuego; de cuando los trabajadores obreros y campesinos eran agobiados verdaderamente como bestias, explotados en las tiendas de raya, sometiéndolos a una vida miserable.

En tiempos actuales, se percibe un amplio sector de una clase trabajadora aristocrática, con muchos privilegios, que viven mejor que muchos patrones o medianos empresarios, sin las preocupaciones que toda empresa ocasiona, y que son sostenidos también por el sudor de esa gran mayoría de «sus hermanos de clase».

Aquellos a los que la justicia revolucionaria no ha llegado, que son los trabajadores que secularmente han sido blanco de todas las calamidades, aunque hayan desaparecido las condiciones aquellas indignantes que se reflejan en la ella canción de Tata Nacho, La Borrachita: «borrachita me voy, pa la capital, ha servirle al patrón que me mandó llamar anteayer»; ¡La recuerda Usted?, parece que se refiere al «derecho» de pernada, que se arrogaban los patrones feudales sobre las mujeres casaderas en el feudalismo y que ahora todavía quieren imitar algunos patroncitos, tanto en el sector privado como gubernamental.

Reiteradamente escuchamos en los noticieros y medios nacionales, declaraciones de los gobernantes, o de sus encargados en las áreas de economía o de hacienda, que las inversiones se han elevado, que se han creado miles de empleos, según los registros al Seguro Social, que creceremos al quien sabe que tanto por ciento anual, que la macroeconomía y el Producto Interno Bruto, las reservas internacionales, o la fortaleza del peso ante los embates externos de las alzas y bajas de las bolsas de valores.

Pero la inmensa masa de la clase trabajadora, no entiende nada de estos conceptos, únicamente entiende que sus bajos salarios no le alcanzan para llenar su refrigerador, que cuando se enferman, en el IMSS no hay medicamentos ni especialistas que alcancen, que está imposibilitado de comprase un auto a crédito o una casa, unas vacaciones mucho menos, que es un amargo sacrificio y viacrucis, comprar los útiles escolares de sus hijos, vestirlos, o que de vez en cuando, tenga dinero extra para cenar o comer en un restaurante, no bastan los programas sociales de la SEDESOL, que son como limosnas o un parche al problema real de la falta de oportunidades y de una economía sólida que garantice empleos para todos, pero bien pagados además.

México efectivamente es el paraíso de la inversión, porque es el capital el que crea los empleos, -el gobierno no tiene dinero para hacerlo-, pero también es cierto, que este paraíso existe, porque los grandes capitalistas, no pagan los impuestos que deben de ser, -precisamente bajo el pretexto de que están creando empleos ni las prestaciones a los trabajadores a las que tienen derecho, y que paradójicamente, es lo que hoy se celebra.

Empresarios de todos los niveles, se las arreglan para pagar el mínimo a sus trabajadores, con lo que de paso, ahogan al IMSS que tienen tronado por lo mismo, y minan las posibilidades de que un empleado obtenga un crédito digno ante el INFONAVIT o FONACOT; hacerles contratos de tres meses, y despedirlos antes de diciembre o mayo, para no darles aguinaldo o reparto de utilidades, descansar a las mujeres si salen embarazadas, despidos injustificados sin el pago justo de una liquidación etcétera, es el pan de cada día, historias hay muchas, este es el verdadero rostro de la clase trabajadora.

Por eso, este primero de mayo, está bien recordar a los mártires que murieron para que tuviéramos ocho horas de trabajo y contratos colectivos, pero hay que pasar del discurso a los hechos reales, el gobierno debe apretar a los grandes capitalistas, a esos empresarios que crean los empleos, para que en México, se paguen los salarios que corresponden, no escamoten las cuotas al IMSS, y también paguen los impuestos en la medida de su verdadero negocio.
En este Día Internacional del Trabajo, mi reconocimiento a la clase trabajadora, pero principalmente a mis compañeros docentes de la UAN y el COBAEN.

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