Mueren más de 150 inmigrantes

Africa; 25 de julio de 2019.-Este jueves, en el enésimo naufragio frente a la costa, murieron al menos 150 de estos inmigrantes subsaharianos, ya previamente sometidos a la terrible selección natural que impone el Sáhara y las redes de tráfico de personas. Si las cifras son correctas, sería el naufragio más mortífero en lo que va de año en el Mediterráneo

Habían partido de Khoms, ciudad que se encuentra a 120 kilómetros al este Tripoli. «Se trata de la peor tragedia de este año», escribe el dirigente de ACNUR, Filippo Grandi. Hace días se dio ya la alarma de que aumentaría la salida desde Libia de barcos cargados con inmigrantes con la esperanza de alcanzar Europa. A ello ha contribuido el buen tiempo y la crítica situación que vive ese país, en guerra civil desde hace años. De ahí que el jefe de ACNUR, Filippo Grandi, vuelva a lanzar la alarma: «Hay que establecer el salvamento en el mar, poner fin a las detenciones de refugiados y migrantes en Libia, aumentar las vías seguras fuera de territorio libio. Todo ello se debe hacer de inmediato, antes de que sea demasiado tarde». La noticia ha sido ofrecida por la Agencia de las Naciones Unidas para los refugiados. Según han manifestado los supervivientes, en la patera se encontraban cerca de 300 inmigrantes.

Ante la indiferencia casi general, el Mediterráneo es hoy un cementerio, con un impresionante número de víctimas. Según datos de ACNUR, desde octubre 2013 hasta junio 2019, en menos de seis años, los muertos y desaparecidos son 18.434: Mujeres, hombres y niños que intentaron atravesar el Mediterráneo, huyendo de la guerra o del hambre.

Desde hace unos meses, las trabas impuestas a las ONG para patrullar y monitorear en tiempo real las aguas internacionales frente a Libia hacen que sea mucho más difícil conocer el número real de muertos. Las embarcaciones siguen saliendo porque suponen un gran beneficio para los traficantes, a sabiendas de que, sin misiones de rescate, su destino es la muerte.

Los botes   son de goma o de madera, no están preparadas para esa travesía hacia Malta, Sicilia o Lampedusa. Sobrecargadas como van, sus ocupantes solo pueden soñar con alcanzar las aguas internacionales a unas cinco o seis horas mar adentro de la costa. En el amanecer libio, desde algunas playas se aprecian las luces lejanas de los pozos petrolíferos, con sus llamas reflejadas en el cielo.

Es allí donde los mandan diciéndoles que eso es «Italia», con algún voluntario reclutado sobre la arena que, por un billete gratuito en la balsa, lleve el motor un teléfono vía satélite para que haga una llamada de socorro a las seis horas de salida. Esa llamada, a la comandancia marítima de Roma, debe activar el rescate. Sin ONG por la zona, sólo pueden confiar en la presencia cercana de un petrolero o un pesquero. Muchos barcos comerciales prefieres apagar su transpondedor para no aparecer en los radares y así sortear los problemas que luego puede causarles llevar en el barco a cientos de inmigrantes rescatados: ni Italia ni Malta abren sus puertos, y la decisión política de permitirles desembarcar puede demorarse semanas mientras ellos esperan en alta mar. En 2017, según datos de ACNUR, llegaron 181436 personas. En 2019 ese número bajó en 60.000. En lo que llevamos de 2019 estamos en 23370 inmigrantes.

La vigilancia de la costa por parte de las lanchas libias, pagadas con dinero de la UE, ha hecho que descienda el número de inmigrantes que emprende el viaje a través del Mediterráneo central. Los que se arriesgan y son detenidos por estos guardacostas ingresan en los centros de detención, en los que se calcula que sobreviven 5.700 personas con privación de sueño, comida y las mínimas condiciones de dignidad. En el Mediterráneo se sigue dando una guerra entre los estados, que prefieren externalizar sus funciones de seguridad y rescate a países gamberros como la descompuesta Libia, y aquellas instituciones que prefieren mantener presencia frente a las playas de salida de los inmigrantes. En todo conflicto también hay muertos inocentes. Esta sigue siendo la ruta migratoria más mortífera del mundo, con más de 600 fallecidos sólo este año, pero que no solo mata en el mar.

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