Frente a crucifijos de madera, plástico y metal pegados en la oscura cabina del auto-tanque de gasolina, Jorge Reynoso confiesa que le da mucho miedo que alguien le quite a mano armada el vehículo que conduce.
«Nos da miedo, muchos hemos platicado (…). Nos da miedo que nos vayan a quitar por ahí los carros», dice el conductor de 43 años, quien agrega que su familia le llama mañana, tarde y noche para monitorearlo en sus viajes.
Conducir un camión cisterna con miles de litros de combustible es un trabajo atemorizante desde que empezó un desabastecimiento de gasolina y diésel en varios estados del país, producto de la estrategia del presidente Andrés Manuel López Obrador para combatir el robo de productos petroleros.
Estos robos, a través de perforaciones en ductos de Petróleos Mexicanos (Pemex), cuestan al país unos tres mil millones de dólares anuales.
La maniobra para combatir a los «huachicoleros«, como se conoce a los saqueadores de carburantes, consistió en cerrar cuatro ductos de Pemex y distribuir la gasolina en camiones cisterna, lo que afectó el suministro de al menos una decena de estados.
La escasez ha provocado desesperación entre los automovilistas, que llegan a hacer kilométricas filas para abastecerse. Algunos han pasado días y noches esperando.
El Banco de México advirtió que la estrategia gubernamental podría afectar la actividad económica; Sin embargo, el Fondo Monetario Internacional minimizó el riesgo económico y apoyó la estrategia del presidente izquierdista.
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