El asunto de la playa de San Pancho ha puesto a prueba al gobierno de Jaime Cuevas demasiado pronto. El clímax al que ha llegado pone en un dilema al alcalde: o se coloca del lado del pueblo, o se coloca al lado de los empresarios que buscan la jugosa ganancia a toda costa, abusando de sus amistades en el poder, violando leyes y reglamentos, y saqueando o afectando los recursos naturales.
El dilema se le plantea a Jaime Cuevas demasiado pronto, cuando apenas lleva 5 meses en el poder, cuando apenas está arrancando su cuatrienio con su flamante nueva estructura administrativa y su nuevo presupuesto, cuando todo su equipo apenas se está reacomodando.
El asunto es serio, porque de la solución que se le dé a este problema dependerán las consecuencias esperadas en otros temas.
A estas alturas de su joven gobierno, Jaime Cuevas no puede darse el lujo de perder más capital político, luego de los raspones que ha sacado con lo de los comerciantes callejeros de Sayulita, Valle Dorado y Bucerías, donde si bien es cierto que ha logrado imponer el respeto a los reglamentos, también ha perdido apoyo popular; porque la gente dice que lo menos que podemos y debemos esperar es que así como han obligado a los comerciantes callejeros a respetar los reglamentos, así también debe obligarse a los hoteleros y fraccionadores a respetar las calles y los accesos a las playas, como ese tal Davis que cerró la calle Cocoteros que unía a Bucerías con Nuevo Vallarta, o al empresario «icono» que se apropió de una calle en Nuevo Vallarta sólo porque construyó un hotel a ambos lados de dicha vialidad, o al que se está apoderando de las márgenes del río Ameca a la altura del poblado de La Jarretadera, o al que se quedó con dos kilómetros de carretera en Punta de Mita. ¿Jaime Cuevas le dará la orden a Matías Verdín, de aplicar los reglamentos? Esperemos que sí, porque la ley debe aplicarse por parejo no sólo a los más débiles, mismos que, dicho sea de paso, fueron quienes más votaron por el actual alcalde.
Por otra parte, Cuevas debería preocuparse por el pésimo manejo político del problema de Punta Paraíso en San Pancho, porque sus «operadores políticos» de plano lo desatendieron y dejaron que creciera. Los inconformes de aquel poblado aseguran que nunca platicaron con nadie importante del ayuntamiento. Esperaban ver por allá al mencionado director de Desarrollo Urbano, al secretario del Ayuntamiento (un tal Cristian Valiente) o a algún otro enviado personal del alcalde, pero no ocurrió así y el problema creció. De hecho, los inconformes esperaban que el pasado viernes, cuando los recibió el propio Jaime Cuevas en el kiosko de la plaza principal, les dijera que al siguiente lunes se fuera una comisión a Tepic, encabezada por el alcalde, Matías Verdín, y los regidores, para hablar con el delegado de la Semarnat. «Jaime Cuevas se hubiera sacado un diez si hubiera desactivado nuestra marcha del lunes 12, si nos lo hubiera pedido a cambio de llevar una comisión a Tepic para hablar con el delegado», dijo uno de los organizadores de la marcha.
Lo peor en el entorno del presidente municipal es que por un lado el perredista Cristian Valiente le falla al no actuar a su favor desactivando el problemas y, por otra parte, el diputado Mailo Duñalds (perredista también) aprovecha la situación para sacar raja política. Si esto no es traición por lo menos resulta una inmoralidad, y una grave falla del resto del equipo político de Cuevas Tello, que no previó estos escenarios.
¿Cómo puede el alcalde recuperar credibilidad y evitar la pérdida de capital político? Al parecer sólo hay una manera: convencer a su amigo Carlos Lemus de que voluntariamente dé marcha atrás en su pretensión de apropiarse de una parte importante de la playa de San Pancho. Y parece que así será, porque la noche en que se inauguró el 24° Gala Puerto Vallarta-Riviera Nayarit 2018, se les vio juntos, platicando seriamente. Esa es una parte de la solución. La otra es darle una patada en el trasero a quienes le están fallando.
(Fotos tomadas del muro de Diego Álvarez Tostado).
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