En Sayulita, el Pueblo Mágico que presume ser la joya turística de Bahía de Banderas, la primera impresión cuenta, pero para mal, ya que en la entrada principal, junto al OXXO, un terreno lleno de llantas de desecho, chatarra y maleza se ha convertido en un espectáculo lamentable. Este espacio, propiedad —dicen— del exencargado de Desarrollo Urbano en el anterior gobierno, Álvaro Díaz, es hoy un foco de fauna nociva y un peligro para la salud pública, contrastando con la imagen vibrante que el destino intenta proyectar al turismo internacional.
El presidente Héctor Santana García ha insistido en que se debe respetar la normativa municipal para asegurar la viabilidad del destino, pero los llamados parecen caer en saco roto, puesto que el terreno, independientemente de ser privado, está regulado por normativas que son muy claras: ningún predio puede convertirse en un nido de ratas, alacranes y víboras que ponga en riesgo la seguridad y salud de los habitantes y visitantes, mucho menos ser tiradero clandestino o de reciclaje, tienen que tener permisos y el visto bueno de Protección Civil.
La omisión es doblemente alarmante. Por un lado, ¿qué dice Protección Civil sobre este peligro inminente? ¿Y qué acciones ha tomado Salud Municipal o la Secretaría de Salud? Por el otro, Padrón y Licencias deberá verificar si esta llantera improvisada cumple con los permisos necesarios. No estamos hablando solo de una cuestión de papeles, sino de la reputación de un municipio que se sostiene económicamente de su atractivo turístico.
La afectación no es menor, Sayulita, ícono del turismo de Bahía de Banderas, necesita orden, merece mejores aliados en su proyección internacional. Un Pueblo Mágico no se construye únicamente con playas y surfistas, sino con responsabilidad colectiva. Los reglamentos están ahí para ser respetados, no ignorados bajo el manto de influencias políticas o negligencias administrativas.
Si el exencargado de Desarrollo Urbano Álvaro Díaz permitió esta aberración mientras ostentaba un cargo público, su responsabilidad es mayor. Bahía de Banderas no puede permitirse más sombras sobre sus funcionarios, actuales o pasados. Urge acción inmediata, porque mientras la basura siga amontonándose a la entrada del paraíso, la magia de Sayulita se seguirá desvaneciendo como un pueblo sin orden, en perjuicio de este destino de calidad mundial, por culpa y la indolencia de unos cuantos comerciantes irresponsables.
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