Si no aguantan la crítica periodística no se inmiscuyan en la política

Comentarios de la Bahía
Por Nayar Araiza López

• Para los políticos, el periodismo debería de ser la pauta y motivación para mejorar, no para enojarse

• Los intolerantes a la prensa no deben estar en los gobiernos democráticos, ni deben dirigir partidos políticos, ni ocupar cargos públicos, porque cuando detentan realmente el poder, son déspotas, arbitrarios, autoritarios y nepotistas

• Si no se tolera la crítica y se practica la autocrítica, se está en contra del avance sociológico, es un retroceso hacia etapas que mucho sacrificio ha costado al pueblo de México superarlas

Este comentario editorial ya lo hemos publicado anteriormente, pero hoy se me viene nuevamente al tintero, porque ya inició la temporada electoral rumbo a las elecciones en Nayarit y federales para el 2021, por lo tanto, los señalamientos periodísticos a la partidocracia no se han hecho esperar, ya que evidentemente hay quienes no les gusta que los toquen ni con el pétalo de una rosa, aunque su actuar hacia la sociedad es de interés público y muchas veces se aparta de lo ético y correcto, recibiendo los periodistas descalificaciones y agresiones, cuando para los políticos el periodismo debería de ser la pauta y motivación para mejorar, no para enojarse.

La manera de ser y de actuar de un individuo está en relación con su modo de pensar; cuando el comportamiento de la persona no pasa del ámbito privado, no interesa como objetivo de crítica periodística, pero cuando sus acciones u omisiones tienen lugar en el seno de la comunidad, o repercuten de una u otra manera en la interrelación de la vida social, transitan al ámbito del interés público.

Esto lo decimos nuevamente, porque hay quienes creen que no pueden ser sujetos a la crítica periodística, por sentirse “poderosos”, porque detentan un cargo público, son líderes de algún partido, funcionarios de instituciones gubernamentales o simplemente son “políticos” que se inmiscuyen en asuntos públicos, acostumbrados a criticar con la moda y la facilidad que otorgan las redes sociales y el internet, pero que ellos tienen la piel muy sensible siendo muy intolerantes a la crítica.

Al ser conocidas las obras, acciones u omisiones, buenas o malas de un miembro de la comunidad, producen el reconocimiento o el rechazo, el aplauso o la reprobación de sus conciudadanos, según el caso, que, lo digan o lo callen, le forman un criterio sobre el autor de determinada obra u acción.

Si es un artista o deportista se le admira y se aplaude; si es un artesano, trabajador intelectual o manual cumplido, o profesionista eficiente, etcétera, también se le reconoce su habilidad y calidad; si se trata de un ciudadano con virtudes cívicas y morales notables, la comunidad le expresa igualmente su correspondencia con la admiración y el respeto de alguna manera, aun después de muertos; cuando se trata de algún gobernante o cualesquier otro funcionario, con facultades decisorias del nivel de gobierno que sea, los señalamientos y controversias a favor o en contra no se hacen esperar.

La justipreciación de la vida, acciones y obras de quien se trate, queda al criterio de los individuos que lo juzgan según su cultura, su información, su estatus social, su gusto o su interés; esto es a lo que se le llama la crítica que puede resultar favorable o desfavorable, certera, valiosa, equivocada o insignificante, digna de crédito o no, es inherente a toda manifestación cultural en todos los ámbitos.

También existe la auto-crítica, que es un excelente ejercicio para la corrección de nuestros defectos personales que todos tenemos, que aunque son parte de nuestra personalidad o manera de ser, son controlables, pero reconociéndolos con honestidad, no buscando auto justificarlos, y esta es la que no realizan los “poderosos”, que no les gusta que los tienten ni con el pétalo de una rosa. Esto es un importante instrumento en el quehacer de grupos y organismos políticos y sociales para orientar su rumbo y alcanzar sus fines.

Nos viene todo esto a la meditación, cumpliendo con nuestra aportación de la columna “Comentarios de la Bahía”, que seguiremos escribiendo, aún a pesar y en contra de quienes no le dan la importancia debida a la crítica periodística, de los “poderosos e influyentes”, de todos los niveles, que nos ven “chiquitos y orejones”; de quienes piensan que no se les debe criticar aunque se dedican a la política o a la función pública; a los que esperan de la prensa sólo aplausos y loas, que no ven que la sociedad es plural y por tanto existen diferentes formas de pensar y de creer, pero además, hacemos uso de nuestro pleno derecho fundamental a la Libertad de Expresión y Libertad de Prensa, les guste o no, estén de acuerdo o no.

Estos intolerantes a la prensa, no deben estar en los gobiernos democráticos, ni deben dirigir partidos políticos, ni ocupar cargos públicos, porque cuando detentan realmente el poder, son déspotas, arbitrarios, autoritarios y nepotistas, porque no conciben la democracia como una práctica cotidiana en todas las acciones y relaciones de la vida social; su manera de pensar es la de los tiranos, de carácter autoritario, intolerantes, imperativos, caprichosos y machistas; creen que ellos únicamente pueden criticar, controlar y administrar el poder político; si se piensa diferente ellos te consideran enemigo.

También esto vale para mujeres con “don de mando”, presidentas, regidoras, diputadas, presidentas de partido, senadoras, directoras y coordinadoras, funcionarias que son igual o peor de dañeras que los hombres, pero que, por su condición de mujeres, supuestamente hay que tolerar sus malas acciones y no decirles nada, aunque en los hechos, comentan igualmente irregularidades en la función pública. Les recuerdo que ya estamos en la “equidad de género e igualdad”.

Y lo mismo vale para quienes dedicados a sus actividades privadas, de alguna manera afectan al interés público, como los evasores de impuestos, los explotadores de la clase trabajadora, encarecedores de bienes y servicios que no cumplen las leyes reglamentarias en cada caso, banqueros, agiotistas, proveedores del gobierno, desarrolladores turísticos y habitacionales deshonestos, pillos.

Porque hay muchos corruptos en el sector privado de la sociedad, tapados, -según suponen ellos- porque no están bajo la lupa ciudadana con el mismo interés que los hombres públicos o políticos, estos también son objeto de la crítica periodística, aunque no lo crean y no lo quieran.

La crítica siempre ha existido (no sólo a través de la prensa, sino de otras manifestaciones culturales, como el teatro, el cine, la oratoria política y religiosa, la literatura en general, y sus autores han padecido la represión de quienes sienten afectados sus intereses, por lo general gente influyente de dentro y fuera del gobierno o las instituciones.

Ha habido etapas negras de verdadera persecución y de peligro para los hombres de la pluma y los medios combativos que a base de tenacidad y valentía han logrado posicionarse como factor político de notable influencia en las decisiones del poder. En la actualidad se ha incrementado la presencia de los “periodistas” en la opinión pública, gracias a los efectos de las redes sociales y el internet.

Hoy, el signo de los tiempos en la función pública y en la política, es precisamente el de la democracia y la pluralidad; si no se tolera la crítica y se practica la autocrítica, se está en contra del avance sociológico, es un retroceso hacia etapas que mucho sacrificio ha costado al pueblo de México superarlas.

Nuestro trabajo periodístico como toda obra humana, también es motivo y objeto de la crítica que nos puede ser favorable o desfavorable, pero que la hemos venido haciendo con la mejor intención y la entera convicción de estar al servicio de los intereses sociales por encima de los individuales. Desde hace más de 30 años.

Pero seguiremos, hasta que la muerte nos separe de este ingrato cuanto incomprendido, vilipendiado, pero vivificante y digno oficio periodístico, que realizamos por puro gusto y afición, por herencia desde nuestro abuelo y mi padre.

Finalmente el que se enoja pierde, a nosotros no nos inmuta que nos digan “borrachos”, “prostitutos”, “rateros” y “chayoteros”, ya estamos acostumbrados; pero quienes detentan cargos públicos, en el gobierno o instituciones, o que son “prominentes empresarios privados”, si no aguantan la vara de la crítica periodística, mejor renuncien unos, y otros, ya no se inmiscuyan ni opinen públicamente de los asuntos del gobierno y la política, si no les gusta: váyanse a su casa a descansar, porque si no, les seguiremos criticando sus acciones, buenas o malas, les guste o no, “no son curas ni la Madre Teresa, son políticos y manejan recursos públicos”. Punto. Va.

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