Los sueños de la familia Martínez han sido enterrados este lunes en San Salvador con el sepelio de Óscar, de 25 años, y su hija, Angie Valeria, de año y 11 meses. Ambos perecieron hace una semana ahogados cuando trataban de cruzar el Río Bravo para comenzar una nueva vida en EEUU alejada de las penurias económicas en el país centroamericano. La madre de la niña, Tania Ávalos, fue la única que regresó con vida del viaje de más de 3.000 kilómetros. Bajo un intenso calor que superaba los 35 grados, se ha despedido entre llantos de su marido e hija, quienes han sido sepultados en el cementerio La Bermeja de San Salvador. La ceremonia, se ha celebrado sin la presencia de medios de comunicación y, en ella, ambos féretros de color blanco han sido enterrados juntos en un nicho subterráneo a petición de la familia.
Así, ninguna pared separaba al uno del otro, ya que la familia los ha querido sepultar unidos tal y como fallecieron en el Río Bravo, un suceso que quedó inmortalizado en una fotografía que ha dado la vuelta al mundo en la que se ve a la niña abrazando a su padre, quien la había introducido dentro de su camiseta para protegerla. De este modo, el féretro de Angie Valeria permanecerá siempre encima del de su padre, quien ha sido enterrado con una gran bandera en su ataúd de la Barra Brava 96, la hinchada del club de fútbol Alianza de El Salvador, de la que formaba parte. También se han colocado dos bombos utilizados por los seguidores de este equipo, mientras que un integrante de la Barra Brava se ha despojado de su camiseta firmada por los jugadores y la ha colocado en el ataúd.
Por su parte, familiares de la niña, que ha sido la última en ser sepultada, han colocado en su ataúd un peluche, así como una multitud de flores blancas. Su madre abrazaba en todo momento una guitarra de juguete y un muñeco de Angie Valeria, mientras era consolada por varias amigas que la abrazaban en todo momento. «Es muy valiente y muy fuerte e incluso daba ánimos a las demás personas», ha destacado de ella Mario Vega, el pastor evangélico de la Iglesia del Himno que ha oficiado el acto religioso en el que ha recordado que «de la
muerte nadie se escapa y no hay diferencia entre el rico y el pobre y entre el joven y el viejo».
Tania Ávalos no se ha separado ni un momento de su suegra y abuela de la niña, Rosa Ramírez, quien ha estado toda la semana atendiendo a medios nacionales e internacionales en su humilde vivienda ubicada en residencial Altavista, a 20 kilómetros de la capital del país. Ambas han estado sentadas juntas durante todo el sepelio, presidido por dos fotografías de la niña y su padre, así como una gran pancarta en la que se leía»‘Por los que te alientan desde el cielo». El pastor religioso ha recordado a los familiares que con el entierro de Angie y Óscar, «se quedan con nosotros las vivencias, los recuerdos y los tiempos que se compartieron, buenos y malos».
El entierro se ha celebrado un día después de que llegaran vía terrestre desde México los cuerpos que fueron velados toda la noche por la familia en la Funeraria Municipal. Allí se produjeron momentos de mucha angustia por parte de la madre de la niña, quien entre llantos gritó «Quiero a mi hija». Hoy ha visto cómo su anhelo de comenzar una nueva vida en EEUU ha acabado bajo tierra como les sucede a miles de migrantes que perecen en todo el mundo durante su trayecto para huir de la miseria y la violencia que asola a sus países.
Con información de El Mundo
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