Las iglesias específicamente la católica y la evangélica se adaptan inusitadamente a los cambios democráticos de nuestro país más aun cuando está en puerta la sucesión presidencial en la que estará en juego el futuro de nuestra Nación.
Ante los evidentes vacíos de información del gobierno priísta de Enrique Peña Nieto y la falta de claridad en las propuestas de los cuatro candidatos presidenciales de cómo combatir el flagelo de la violencia del crimen organizado, castigar la corrupción y la impunidad y contener la creciente desigualdad social los ministros del culto católico y evangélico aperturan su misión pastoral a encarar los diversos problemas de sus comunidades.
En voz del arzobispo primado de México el nayarita Dr. Carlos Aguiar Retes sostiene que si se está ante la descomposición del tejido social que se inicia por la violencia familiar, la falta de oportunidades de millones de mexicanos al empleo, a la educación y a la salud y de estructuras de gobierno inmersas en la corrupción entonces la iglesia de ser guía espiritual de su feligresía debe ser coadyuvadora con el gobierno civil. La iglesia no debe ser ajena a los problemas terrenales, sobre todo de los que viven en la pobreza.
Esta iglesia de compromiso social se inicia notablemente desde la asunción del Papa Francisco como líder mundial de la grey católica.
Durante varias décadas los altos jerarcas de la iglesia católica fueron proclives al disfrute de los bienes terrenales cercanos al poder público y empresarial mientras que a sus sacerdotes eran constreñidos al silencio en cuestiones sociales. Eso sí en compensación se les perdonaba ciertos pecadillos como la gula, el abuso sexual a menores y a los don juanes que no dejaban una para comadre. El ejemplo más nítido de estos tiempos de doble moral católica es la red de abusos y complicidades que tejió durante décadas el fundador de los legionarios de cristo, Marcial Maciel Degollado.
La pareja presidencial Vicente Fox y Marta Sahagún fueron sus últimos admiradores y protectores.
Qué decir del arzobispo emérito Norberto Rivera viviendo en la opulencia, arrogante y codeándose de tú a tú con los poderes de las élites del poder, cómplice de curas pedófilos, protector de grupos ultraderechistas que fueron utilizados para denigrar a nuestras instituciones laicas y republicanas cuya bandera era la defensa de los valores tradicionales de la familia, en contra del derecho al aborto y de la diversidad sexual.
A partir del cambio cualitativo de la iglesia católica bajo el liderazgo espiritual del Papa Francisco se explica el por qué varias diócesis en el país actúan en libertad de conciencia y de compromiso con sus feligreses.
El candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador de la coalición “Juntos Haremos Historia” es el que mejor interpretó estos cambios de actitud en la iglesia católica y en la evangelista. Tiene claro la importancia de ganar para su proyecto de regeneración nacional –no de cambio de régimen político- los millones de creyentes que aspiran a una vida digna y de justicia social aquí en la tierra y no hasta después de la muerte como lo predicaban sus anteriores líderes espirituales. De allí que el movimiento social político electoral de López Obrador sea una amalgama de liberales, conservadores, social-cristianos, masones, socialistas y libre pensadores.
No es casual que la actual clase política gobernante y aliados pusieron el grito al cielo cuando el obispo de Chilpancingo, Guerrero, Salvador Rangel hizo público su pacto con algunos jefes del narcotráfico en aquella región hoy inerme por la falta de seguridad pública estatal y federal. No en balde López Obrador apoyó el diálogo conciliador del susodicho obispo argumentando de su urgencia cuando se trata de salvar vidas humanas y el patrimonio familiar.
La desmemoriada actual clase política gobernante debieran de leer la historia del tráfico de drogas en México cuyo actor es el Dr. Diego Valadez ex procurador general de la república. En este importante texto documenta como desde el gobierno de Miguel Alemán hasta el penúltimo año de Salinas de Gortari los presidentes de la república priístas pactaban por debajo de la mesa con los capos el tráfico de la droga a condición que no generaran violencia armada. Este pacto concluyó con la firma del Tratado de Libre Comercio en el último año del régimen de Salinas de Gortari.
Fue en el gobierno del panista Felipe Calderón y en el del priísta Enrique Peña Nieto cuando se disparó exponencialmente la violencia de las bandas del crimen organizado derivado de la política punitiva y de militarización en el combate al narcotráfico. Nuestro país de ser trasiego de drogas pasó a productor y consumidor. Así pues el combate al narcotráfico es una política fallida.
Que esa irrupción participativa de las iglesias en los problemas sociales sea de concordia, tolerancia y de respeto a nuestras instituciones republicanas y laicas y no de regreso a la prevalencia del poder religioso en la toma de decisiones en las políticas públicas de quien gane la presidencia de la república…
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