En apenas un año de gobierno, el presidente municipal Héctor Santana ha movido las piezas de su gabinete como si fueran fichas en un tablero de ajedrez. Desarrollo Urbano, Seguridad Pública, Tránsito, Bienestar Social, Medio Ambiente, Protección Civil, INMUJER, Contraloría, Turismo, Padrón y Licencias, entre otras áreas, han visto desfilar titulares que no lograron adaptarse al ritmo que el propio alcalde impone. Esto está dando como resultado un gabinete inestable, dependencias con vaivenes administrativos y trámites que comienzan a generar molestias en la población.
Sin embargo, Santana goza de una simpatía ciudadana que lo coloca por encima de la mayoría de los presidentes municipales del estado. Su agenda intensa —lunes de audiencias, miércoles de rendición de cuentas, inauguraciones, arranques de obra, visitas escolares, sesiones de Cabildo— le da cercanía y visibilidad. Pero mientras el alcalde cumple con su papel político, sus directores, subdirectores y jefes de departamentos (algunos) detrás de él no logran engranar bien. La falta de delegación, organización y sistematización en varias dependencias ha comenzado a pasar factura en trámites como licencias, factibilidades, conexiones de agua y drenaje, dictámenes de tránsito o protección civil.
¿Qué síntomas políticos reflejan estos cambios constantes? El primero podría ser la ausencia de cuadros sólidos en segunda y tercera línea de mando, donde se necesita más técnica que simpatía. Otro podría ser la falta de institucionalidad, porque las dependencias dependen del ritmo personal del presidente y no de procesos estandarizados que sobrevivan a los relevos. Y por último, el agotamiento de cuadros políticos locales, pues se reciclan perfiles sin formación administrativa o perfil institucional adecuado a su cargo que, difícilmente sostendrán el nivel de exigencia.
¿Qué falta para que el Ayuntamiento sea más eficiente? En lo inmediato, una estrategia de profesionalización interna, donde los directores no sólo respondan al ritmo de Héctor Santana, sino que generen sus propios sistemas de control y evaluación. Faltan también procesos claros, digitalización y delegación real en los mandos medios. Y falta quizá lo más importante que el personal entienda que gobernar no es sólo inaugurar obras y atender audiencias, sino construir instituciones sólidas que resuelvan con eficacia la vida cotidiana de los ciudadanos, ese es su trabajo.
Mientras tanto, la figura del presidente sigue siendo fuerte. Pero… ¿hasta cuándo el capital político de Héctor Santana podrá sostener lo que la estructura administrativa no logra resolver?
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