Durante años, Genaro García Luna fue presentado como el rostro de la lucha contra el narcotráfico en México. Su cercanía con el poder presidencial, su protagonismo en operativos y su discurso de mano dura lo convirtieron en una figura clave en la estrategia de seguridad del gobierno de Felipe Calderón. Pero hoy, esa imagen se derrumbó por completo.
Una corte federal en Brooklyn, Nueva York, lo sentenció a 38 años y 6 meses de prisión tras hallarlo culpable de cinco delitos, entre ellos narcotráfico, delincuencia organizada y falsedad de declaraciones. Las pruebas revelaron que García Luna recibió millones de dólares en sobornos del Cártel de Sinaloa a cambio de protección e información privilegiada. Paralelamente, una corte civil en Miami lo condenó, junto con su esposa Cristina Pereyra, a pagar más de 2,488 millones de dólares por un esquema de corrupción en contratos públicos durante su gestión.
Es la primera vez que un exsecretario mexicano es procesado y sentenciado en Estados Unidos por nexos con el narcotráfico. Más allá del caso personal, el juicio desnudó la fragilidad institucional de México y el profundo alcance del crimen organizado en las estructuras del poder.
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