Con una aparente pero inexistente inocencia pregunté en redes sociales en días pasados si es que está bien o mal el que los políticos brinquen de posición en posición y sobre todo de partido en partido.
Y puse como referencia que los futbolistas cambian de equipo, los médicos de hospital, los músicos de banda, etc.
¿Aplica o no aplica el mismo criterio para los políticos?
Al parecer no, o no del todo.
Primero, los políticos para lograr las posiciones te ofrecen un proyecto, cada vez menos sustentado en cierta doctrina ideológica o convicción política desde la que teóricamente van a tomar las decisiones para tratar de ofrecer soluciones a la problemática que en cada caso se les vaya presentando.
Segundo, la militancia en los partidos que los postula es también una carta de cambio por la que muchos electores votan casi sin variación y hay electores que con convicción afirman que no votarían jamás por tal o cual partido y lo hacen al votar al político.
Tercero, Los políticos cuando candidatos ofrecen lo que los partidos diseñan como oferta política y programática para hacer tal o cual estrategia para “mejorar” las condiciones de vida de los gobernados y los electores votan por esa opción también
Y cuarto, en muchos casos el elector vota en favor de la persona indistintamente de la oferta política y el partido detrás de él.
¿Traicionan los políticos que una vez electos se cambian de partido, de fracción parlamentaria en el legislativo, por ejemplo?
¿Lo mismo que alcaldes, regidores, gobernadores y síndicos?
Si hay una traición al electorado, por más que digan que es de sabios recapacitar, el bandazo traiciona a los electores (que al final parece ser lo que menos les importa a los políticos), porque no fueron electos para llevar a cabo la acción política del nuevo partido que los recibe.
Traicionan y denigran su calidad de políticos, faltan al respeto a los electores al cambiar alegremente de partido, de acuerdo a los intereses particulares del chapulín que brinca, o de los grupos de poder e intereses político económico a los que se adhieren o de los que incluso ya formaban parte. ¿Acaso les preguntan por asomo a los electores si están de acuerdo en ese cambio?
¿Por qué si les duele tanto su dignidad y de repente descubren que no están de acuerdo con lo que plantea el partido político al que pertenecen o que los postuló, por qué no en un acto de dignidad, poniendo por delante sus principios renuncian, como hace cualquier profesionista, empleado o trabajador cuando lo que sucede en su centro de trabajo va en contra de sus principios, creencias o ideales?
Ah no, pero si lo que buscan la inmensa mayoría es vivir del erario, son puros levanta dedo al son que les toquen.
Arribistas y chambistas que en muchas ocasiones ni idea tienen de lo que es el trabajo legislativo, ni qué decir del grado de conocimiento de las necesidades legislativas de sus representados.
¿Cuántos casos hay de políticos que se revelen contra las imposiciones de sus partidos y que expongan y defiendan con convicción sus razones?
Se desdibuja la tan pregonada democracia por la que todos dicen pugnar. No hay democracia al interior de los partidos políticos.
No hay democracia en la forma en que las cúpulas políticas, o las burocracias partidarias deciden el sentido del voto al que sus miembros han de tener ante tal o cual iniciativa.
El único medio de defensa que el elector tiene para hacer notar su descontento es su capacidad de elegir mediante el voto, premiar o castigar.
Mala fortuna
La mala fortuna es que se han desgastado tanto las instituciones de México, incluidos (o principalmente) los partidos políticos, que el elector de repente no tiene no para donde voltear.
Muy flaca la caballada está a la hora de que el elector razonando su voto tiene que escoger en quien confiar.
Sin embargo y pese a ello, como sociedad debemos de seguir siendo participativos y exigentes, demandar acciones de gobierno de calidad.
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